martes, 8 de mayo de 2007

Especulación del suelo: la enfermedad y el remedio

El suelo es una materia prima básica para el desarrollo de nuestras poblaciones. La ciudad evoluciona y necesita suelo donde construir viviendas para sus nuevos habitantes y para albergar los usos y actividades que se generan, para sumar activos a la reutilización del existente. Detener el crecimiento del suelo es causar su decaimiento. Pero ese crecimiento debe ser realizado con criterios de sostenibilidad, algo en lo que, a estas alturas, todos estamos de acuerdo, estableciéndose un equilibrio entre los distintos factores sociales, económicos y medioambientales existentes. Se trata de crecer sin despilfarrar ese bien básico tan escaso que es el suelo, que no es renovable y cuya transformación en suelo urbano deviene irreversible.

El crecimiento de la ciudad debe tener en cuenta factores sociales para evitar desequilibrios y expulsiones indeseadas tanto de la población, ya sean nuevas generaciones o segmentos de menor solvencia, como de las nuevas actividades productivas y de servicios. Y debe propiciar, al mismo tiempo una movilidad razonable de sus ciudadanos. Deben tenerse en cuenta factores económicos, que resulten eficientes y favorables al progreso o, de lo contrario, su potencial como motor económico puede decaer. Sin embargo, todo argumento económico debe ser consecuente con el bien general y compatible con el respeto al medioambiente, que debe primar en el tratamiento del territorio, tanto en lo que se refiere al paisaje natural como al urbano, y asegurar requisitos de eficiencia energética y de salubridad. Por todo eso, el consumo de suelo, su transformación de suelo rural a suelo urbanizado, debe ser cuidadosamente estudiado. El desarrollo urbano debe ser escrupulosamente planificado en función de las auténticas necesidades de la sociedad y de la ciudad y no de otros intereses particulares.

Pero no es eso lo que está sucediendo. La expansión de las ciudades españolas no se produce en función de sus necesidades reales y están creciendo de manera deforme y en ocasiones aberrante. El crecimiento razonable, equilibrado y sostenible de la ciudad, y de la sociedad que alberga, tropieza actualmente con un obstáculo difícilmente salvable: la especulación del suelo. Llamamos especulación al encarecimiento artificioso generado por el acaparamiento y la escasez originada por su empleo como mercancía urbana.

En ese escenario parece necesario un golpe de timón enérgico para recuperar la iniciativa sobre la gestión del suelo. Pero ¿a quién le interesa acabar con la especulación del suelo? Sin duda alguna a las ciudades, a sus ciudadanos, a las personas. Esto está claro. Pero no tenemos tanta certeza, en ocasiones, de que haya alguien más interesado en ello. Administraciones y políticos no está claro que estén por la labor. Algunos se llenan la boca con eso, pero nadie quiere matar la gallina de los huevos de oro, huevos que alimentan municipios y munícipes, partidos y partidarios, y en ocasiones a otras especies menos respetables.

Casi una quinta parte del suelo urbanizado en España lo ha sido en los últimos 10 años; lo que quiere decir que en ese tiempo se ha incrementado el 25% de lo que se había urbanizado en los 2.000 años anteriores.

La ley ha obligado a que el 10% de ese suelo haya ido a manos de los ayuntamientos, que en la mayoría de los casos lo han dilapidado o incluso han especulado con él. Salvo honrosas excepciones, la mayor parte de esas inmensas extensiones de nuevo suelo urbanizado, no se han destinado a construir viviendas sociales, protegidas o asequibles, sino a financiar otras actividades. Y eso ha sido así por decisión de los ayuntamientos, con su exclusiva responsabilidad algunas veces y con su aquiescencia en otras.

La Constitución obliga a luchar contra la especulación. Todas las leyes del suelo que se han aprobado en España hacen de eso uno de los aspectos más relevantes en sus exposiciones de motivos. La realidad nos dice que nunca se pasó de las teóricas buenas intenciones. Las dos primeras, las legisladas en los años 1956 y 1976, lo pretendieron mediante el impuesto progresivo municipal de solares sin edificar. La de 1992 mediante la expropiación, a la mitad de su valor, de todos aquellos solares que no hubieran sido edificados al cabo de un año. El resultado en todos los casos fue el mismo: prácticamente nunca se aplicaron.

La actual, del año 1998, con la pretensión de abaratar el suelo, aplicó lógicas de mercado de bienes de consumo, propiciando que todo el suelo pudiera ser urbanizado. El resultado ha sido que la creación de suelo urbanizable se ha desorbitado y al mismo tiempo su precio se ha multiplicado. El último capítulo se escribe ahora en las Cortes españolas, con otra nueva ley. De su lectura y análisis se saca una primera conclusión: más de lo mismo.

Se pretende, supuestamente, avanzar en la lucha contra la especulación desvinculando la propiedad del suelo del derecho a edificar, e incluso del derecho a urbanizar. Solución aplicada, con éxito, en países tan dispares, en su concepción social, como EE UU y Suecia; pero que aquí, en la práctica, sólo se materializará cuando se trate de la venta forzosa, y ésta se utilizará como instrumento arbitrario, de forma aleatoria y discrecional, ya que la ley no precisa con claridad su aplicación.

Se convierte así la expropiación en un peligroso instrumento en manos de quienes, hasta ahora, han demostrado su incapacidad para gestionar adecuadamente la transformación del suelo y para administrar las plusvalías generadas en el proceso.

La introducción que la nueva ley propicia, generalizada para toda España, la figura del agente urbanizador como presunto destinatario de los aprovechamientos de suelo, ha originado, donde hasta ahora se ha aplicado, no pocos conflictos y la reprimenda enérgica de las autoridades europeas por el expolio y la indefensión de los propietarios afectados.

Se limita a los propietarios de suelo el derecho a urbanizar, pero al mismo tiempo se entrega ese derecho a terceros, sin garantizar con eso que la colectividad se beneficie de las plusvalías generadas. Y, a estas alturas, todo el mundo sabe que las plusvalías que genera la transformación del suelo suelen ser de una cuantía económica muy considerable.

Se trata de expropiar barato para especular mejor. ¿No será peor el remedio que la enfermedad?

Pere González Nebreda es presidente de la Agrupación de Arquitectos Expertos Periciales y Forenses de Cataluña (AAEPFC) y Luis Antonio Corral Juan es decano del Colegio de Arquitectos de las Islas Baleares.

martes, 20 de febrero de 2007

Fronteras intermitentes

Jordi Todó está acostumbrado a ver Barcelona desde el cielo. En 1988 empezó a trabajar como fotógrafo aéreo y en sus años de experiencia ha sido testigo aventajado del crecimiento de la capital catalana a golpe de cemento. Esta expansión, explica, se ha llevado por delante kilómetros y kilómetros de enclaves naturales y pasillos ecológicos, cuyo espacio ha sido ocupado por urbanizaciones de casas adosadas y unifamiliares, en muchos casos, con piscina incluida. "Sólo se observan algunos espacios verdes en el Vallès", explica Todó. Según datos del Observatorio de la Urbanización de la Universidad Autónoma de Barcelona, que dirige el geógrafo Francesc Muñoz, entre 1985 y 2005 se construyó una casa unifamiliar cada hora en la provincia barcelonesa, lo que supone el 31,9% del total de las viviendas construidas en este periodo, que fueron 542.796.

Entre 1985 y 2005 se construyó una casa unifamiliar cada hora en Barcelona, el 31,9% del total de las 542.796 viviendas levantadas en estos 20 años

Las carencias, fruto del aislamiento de las urbanizaciones dispersas, se traducen en lagunas de seguridad o falta de servicios básicos

Las fronteras que abrazan el Área Metropolitana de Barcelona, que coinciden con los límites de las siete comarcas que la configuran, comienzan a ser cosa del pasado. La ciudad y sus aledaños se extienden hacia el Baix Penedès, Selva y Osona, entre otros lugares. Esta dispersión, estudiada ampliamente por expertos de distintas disciplinas, será el motivo del debate Las nuevas murallas de Barcelona que se celebra hoy a lo largo de todo el día, con entrada libre, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (Montalegre, 5. www.cccb.org).

Un hombre de la Edad Media o de principios del siglo XIX identificaba perfectamente las lindes de su ciudad porque estaba rodeada por una muralla. Con su derrocamiento, se inicia una colonización de terreno que en el caso barcelonés no tiene freno. El ciudadano es incapaz de saber dónde empieza y acaba la urbe. Muñoz sostiene que en la ciudad hay muchas murallas en vez de una continua. A su juicio, por citar un ejemplo, un peaje se podría considerar un trozo de esa muralla intermitente -endeble para el imaginario colectivo- que refleja un nuevo estilo de vida.

"La expansión del área metropolitana ha generado sus propias dinámicas sociales. Hay gente que duerme en un municipio, trabaja en otro y se va a divertir a otro. A la que se sale con el coche del centro histórico todo es igual. Una hilera de casas adosadas, una rotonda y un centro comercial; otra hilera de casas, otra rotonda y otro centro comercial...", explica Muñoz, que recuerda que este paisaje urbanístico, típicamente anglosajón, disuelve las identidades locales, aunque en ocasiones surjan nuevos fenómenos identitarios como el actual auge del hip-hop entre los jóvenes de la periferia. Las urbanizaciones eran otrora el emplazamiento de la segunda residencia, pero hoy no; una evolución que causa ciertos desajustes y desigualdades. "A pesar de la existencia de equipamientos sociales y sanitarios distribuidos por el territorio, la mayor dependencia respecto a Barcelona en cuanto actividades de ocio, culturales y de determinados servicios; unida a la inexistencia de transporte colectivo en las áreas más periféricas, aumenta el grado de aislamiento de éstas últimas", afirma la arquitecta Silvia Banchini. Las carencias fruto de este aislamiento, consecuencia también de un crecimiento poco planeado, se traducen en lagunas de seguridad, algo que se ha hecho evidente estas últimas semanas, o falta de servicios básicos. Sin olvidar el impacto medioambiental y energético de este difuso modelo urbanístico: el agua escasea para tanta piscina y campo de golf. "Las urbanizaciones ocupan el espacio de un pueblo entero, pero sin apenas habitantes", constata Todó.

El fenómeno alcanza a la estética. Octavi Rofes, especializado en antropología e historia del arte, recuerda que el crecimiento urbanístico de Barcelona en los ochenta se acompañó de una iniciativa para ubicar esculturas de artistas prestigiosos en la periferia, un empuje que ha ido perdiendo coherencia y se ha sustituido, dice, por el pseudoarte puramente decorativo que engalana tantas rotondas y zonas residenciales: "En una urbanización cercana a Valls hay una escultura de Mazinger Z de dos metros de altura", indica.

¿Soluciones? Joan Roca, geógrafo y urbanista, considera urgente la unificación municipal del gran "corazón metropolitano de Barcelona", dejando de lado su periferia más difusa, a través de un organismo político como la extinta Corporación Metropolitana "que funcionó entre 1976 y 1985, año en que fue disuelta por Jordi Pujol". Su influencia podría, además, poner fin al escaso poder de administraciones locales débiles que en muchos casos acatan sin más las imposiciones de las empresas constructoras, que no sólo alzan casas, sino que también promueven hábitos pautados que parecen pensados para autómatas.

Nuevo Observatorio del Litoral

Los gobiernos de la Xunta y del Principado de Asturias anunciaron ayer la creación de un Observatorio del Litoral para vigilar, entre otras cosas, la evolución del mercado del suelo en las zonas costeras de ambas comunidades. Los presidentes Emilio Pérez Touriño y Vicente Álvarez Areces vincularon la creación de este organismo a la

Según el jefe del Ejecutivo gallego, el observatorio posibilitará la evaluación de los instrumentos de ordenación del litoral desarrollados en ambas comunidades, las experiencias puestas en marcha en cada territorio en la costa, así como preservar el paisaje y estudiar la evolución del mercado del suelo y la ocupación del territorio en la franja costera.

El urbanismo ha sido uno de los aspectos en los que más ha incidido la cumbre gallego-asturiana, ya que ambos Gobiernos, apuntó Pérez Touriño, comparten la necesidad de una política de protección del litoral.

Así, el jefe del Ejecutivo gallego destacó que en Asturias está más avanzada la aplicación de normas de protección de la costa, ya que las directrices regionales aprobadas en 1993 establecen una zona de servidumbre de protección de 200 metros y declararon como suelo no urbanizable los primeros 500 metros, lo que ha permitido preservar unas 19.000 hectáreas de territorio costero.

El presidente de la Xunta, que recordó que antes de que acabe el año estará listo el plan integral de protección de la costa, indicó que tanto Asturias como Galicia pretenden hacer del litoral la "señal de referencia" de ambas comunidades de forma que sea "símbolo de seducción".

Por su parte, Álvarez Areces apuntó que la voluntad de los dos Gobiernos de proteger el litoral pretende conseguir que la "España verde sea más que un logo" o un mero lema turístico. A preguntas de los periodistas, Areces manifestó que la ordenación del territorio forma parte de las "políticas esenciales" que corresponden a las comunidades autonómicas y agregó que deben apoyar a los ayuntamientos con escasos recursos en el diseño de sus planificaciones urbanísticas. Se trata de que el desarrollo urbanístico se promueva desde el sector público "y no que venga hecho desde el sector privado".

Al término de la reunión, los dos presidentes se mostraron satisfechos de sus resultados. Según Pérez Touriño, la cumbre ha puesto de manifiesto que las comunidades autónomas "son Estado" y que la "España plural funciona", ya que las autonomías pueden poner en común experiencias y llegar a acuerdos.

Areces y Touriño firmaron al término de la cumbre una declaración final que, entre otros aspectos, reafirma su voluntad de impulsar instrumentos normativos y las acciones políticas necesarias para "hacer de la costa astur-galaica un espacio de oportunidad para el desarrollo económico, y al mismo tiempo preservar sus valores paisajísticos y naturales". "Ambos Gobiernos comparten la sensibilidad por una nueva cultura de la ordenación del territorio y, en consecuencia, declaran su compromiso común de preservar, proteger y ordenar el conjunto litoral astur-galaico como unidad territorial de alto valor, sin renunciar -dice la declaración- a su gestión integral y al desarrollo socioeconómico de los municipios costeros".

Los gobiernos gallego y asturiano decidieron también promover este año la declaración por la Unesco del río Eo y territorios aledaños, los Oscos y las Terras de Burón, como Reserva de la Biosfera, informa Efe.